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Panecillos rellenos de tomate, espinacas y provolone

Rellenar un panecillo con queso, verduras y huevo y hornearlo es una de las mejores maneras de conseguir en pocos minutos una cena que gustará a cualquiera entre 0 y 99 años.

El queso es innegociable, una base vegetal también, pero a partir de aquí ancha es Castilla.
El queso es innegociable, una base vegetal también, pero a partir de aquí ancha es Castilla.MÒNICA ESCUDERO

Queso fundido, un huevo con la yema blandita, pan crujiente y una salsa de tomate espesa: no se me ocurren muchas combinaciones más apetitosas que esa para una cena mientras ves una o un desayuno-comida dominguero y vago en casa. Esa es la magia de estos panecillos rellenos: se preparan en un pispás, admiten infinitas versiones y dejan un olorcillo en toda la casa que sirve de ambientador gratis (y también hace que se te arremolinen niños y mayores en la cocina preguntando cuándo estará listo eso que huele tan bien).

Si se quiere rellenar con otros ingredientes que no sean huevo, también puede usarse un panecillo alargado o una baguette abiertos a lo largo. Con una hogaza –mejor si no es muy alta– los resultados también pueden ser buenos: en este caso, mejor poner todos los ingredientes ya calientes para facilitarle el trabajo al horno y que el pan no se queme por fuera.

Las variaciones son prácticamente infinitas: es desde una buena manera de mezclar piña, jamón y queso sin que te acusen de atentar contra la integridad de la pizza, hasta la posibilidad de reciclar con dignidad esos medios pimiento, berenjena y cebolla que te sobraron de un sofrito y orbitan desde hace dos días por la nevera como alma en pena (o un resto de boloñesa, pollo asado, escalivada, etc).

Con champiñones y calabaza tendrá sabor a otoño, con remolacha y manzana asadas, a invierno, con sobrasada, queso de Mahón y miel nos llevará hasta las Baleares, con un poco de bechamel, mucha cebolla y restos del cocido –no solo carne, la zanahoria también podría darle un buen punto– será como un metacanelón, y así hasta el infinito y más allá.

Lo suyo es encontrar una buena proporción entre los elementos jugosos, fundentes y amalgamantes y los más duros –como podrían ser daditos de panceta, chorizo o jamón hechos sin aceite en la sartén–, y entre los sabores más suaves y los potentes. El queso es innegociable, una base vegetal también, pero a partir de aquí ancha es Castilla.

Solo hay que tener cuidado con los ingredientes que suelten mucha agua, capaces de convertir nuestro pan en una esponja empapada y hacer que nos perdamos la magia del contraste entre un interior blandito y una corteza crujiente. No me refiero a que renuncies a ellos, sino a que los saltees o pases por el horno antes, como hemos hecho con los tomates cherry.

Ingredientes

Para 4 personas

  • 4 panecillos grandes, redondos, cuadrados o rectangulares (de viena o de pan)
  • 300 g de tomates cherry (mejor si son de pera)
  • 200 g de espinacas frescas
  • 1 cebolla
  • 1 diente de ajo
  • 4 huevos
  • 1 cucharada de hojas de albahaca picada (y algunas hojas pequeñas enteras para decorar)
  • 150 g de provolone rallado o troceado pequeño
  • Guindilla al gusto (opcional)
  • Aceite de oliva
  • Sal

Instrucciones

1.
Pelar y picar la cebolla, y dorarla en una sartén a fuego medio con un chorrito de aceite. Cuando ya tenga color, añadir el ajo, y después los tomates cherry enteros, un poco de sal y, si se quiere, guindilla.
2.
Cocinarlo todo a fuego medio unos 10 minutos hasta que los tomates hayan explotado y evaporado parte de su jugo. Casi al final, añadir la albahaca picada, retirar y reservar la salsa de tomates y, en la misma sartén, saltear las espinacas un par de minutos hasta que se hayan reducido.
3.
Con una puntilla, abrir un agujero redondo o cuadrado de unos 6 cm en la parte superior del panecillo. Con cuidado, ir quitando gran parte de la miga hasta que quede hueco.
4.
Rellenar la base de cada panecillo con una cuarta parte de la salsa de tomate, poner encima la parte proporcional de las espinacas, después el queso y encima de todo el huevo (si asoman un poco los ingredientes de dentro, quedará más bonito).
5.
Salpimentarlo y llevar al horno caliente a 180 grados –si se puede, con calor arriba y abajo– durante unos 15 minutos, o hasta que la clara del huevo esté casi, casi cuajada (mientras esperamos a poder comerlo sin abrasarnos, se terminará de hacer).
6.
Sacar del horno, esperar unos 5 minutos, decorar con las hojas de albahaca y servir.

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