Sopa de cebolla y tomillo
Pocos platos hay en el mundo que saquen tanto partido a un ingrediente pobretón como la sopa de cebolla. Con su absoluta simplicidad y su bajísimo coste, para mí es uno de los mejores primeros que existen para un día frío: reconforta, sienta bien y, al parecer, es buenísima para gripes y catarros. Yo no soy de creer mucho en las propiedades curativas de los alimentos, pero las virtudes de la cebolla parecen demostradas.
Esta receta es la que aprendí en la Escuela Hofmann de cocina, y es la mejor que he probado nunca. Aquí la sirvo muy a la francesa, con pan y queso gratinado; si queréis una versión algo más pija y menos contundente, se puede sustituir por un huevo escalfado. O tomarla sin más, que también está estupenda. Eso sí, el punto del tomillo da la diferencia, y por Tutatis, no me sustituyáis la mantequilla por aceite: la sopa pierde gracia, y por tomar un poco de grasa animal un día no os va a dar un ataque al corazón.
Dificultad: Para lerdos.
Ingredientes
Para 4-6 personas
- 750 gr. de cebolla
- 100 gr. de mantequilla
- 1,5 litros de caldo de pollo
- 4 ramitas de tomillo fresco
- 1 barra de pan decente
- Queso emmental rallado
- Sal