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Comida viejuna: gambas con gabardina

Mikel López Iturriaga

Os preguntaréis por qué ha pasado tanto tiempo desde la última entrega de la serie dedicada a la comida viejuna. Pues bien, mi última experiencia con los platos pasados de moda fue un tanto traumática. Horrorosa. Espeluznante, que diría Piqueras. Tras una larga temporada yendo al psicólogo, he decidido contarlo para ver si mejoro. Esta es mi historia.

El pasado verano, cuando tomaba unos txikitos en una tasca de Bilbao, fui secuestrado por unas gambas con gabardina. Me apuntaron con una pistola, me albardaron, me metieron en un coche, y de ahí al zulo. Más tarde se identificaron como militantes de la organización armada Frente de Liberación Autónoma de las Gambas con Gabardina, también conocida como FLAG Gabardina. Me dijeron que me iban a dar mi merecido por mis artículos sobre comida viejuna, y que no iba a comer más que volovanes rellenos y rollitos de jamón cocido con huevo hilado durante mi cautiverio. Por suerte, la intervención de las fuerzas especiales de la Ertzaintza acabó pronto con el suplicio, pero antes fui sometido a un durísimo interrogatorio que transcribo a continuación.

Te crees muy gracioso con esto de la comida viejuna, ¿no?

Sólo intento contar cosas sobre platos un tanto trasnochados de una manera divertida. Pero todo es una broma, nada más. En el fondo hay algunas comidas viejunas que añoro, y que en un momento dado me apetece tomar.

Así que consideras que nosotras, las gambas con gabardina, estamos trasnochadas.

Hombre... de rabiosa actualidad no están. Ya no las ponen en todos los cócteles y en los aperitivos de las bodas, como pasaba en los sesenta, los setenta o incluso los ochenta. Hoy en día nadie se acuerda de su origen ilustre, cuando las llamaban "gambas orly". Lo siento, pero me da que mucha gente las considera una ordinariez.

¿Una ordinariez? ¡Ya te voy a dar yo a ti ordinariez! [una de las gambas terroristas me golpea la cara con la cola que lleva sin rebozar]. A ver, listillo, ¿cuándo fue la última vez que nos comiste?

Creo que fue en el bodorrio de una prima en la Sociedad Bilbaína, hace casi 20 años. Yo diría que eran congeladas, pero estaban buenísimas [glups]. Tenían esa capa frita gorda y espesa que caracteriza a sus mejores ejemplares. Más que gambas con gabardina, parecían gambas con plumífero.

Ja, ja, ja. Nos partimos. Bien, ya que vas de sabio de la gastronomía, sentando cátedra sobre lo que es moderno y lo que no, a ver, dinos de qué estamos hechas.

Bueno, hay muchas variantes...

¡No pongas excusas, sinvergüenza! [la gamba terrorista más violenta me arroja en la cara la taza de aceite de fritanga que está bebiendo].

¡Está bien, está bien! El rebozado es de pasta orly, creo. Se hace con harina, huevo, levadura química y sal. Se bate, se unta la gamba pelada cogida por la puntita de la cola, se echa en el aceite bien caliente y hala, a engordar.

Ves como no tienes ni idea. Te has dejado un ingrediente fundamental.

¿Cuál?

La cerveza, estúpido. ¿O cómo crees que nuestro magnífico rebozado sale así de crujiente y esponjoso?

Ostras, es verdad, el truco de la cerveza. Entre la levadura y el gas de la birra, así cualquiera sale inflado de la sartén.

Menos cachondeo que te atizo. Bien, el gran bloguero de éxito ni siquiera sabe hacer un frito decente, pero dice que estamos pasadas de moda. ¿Nos podrías explicar por qué?

En general los rebozados están un poco mal vistos hoy en día porque no son precisamente ligeros. Se salvan las croquetas, que han tenido una especie de resurgir en plan gourmet, y desde luego los pescaítos andaluces, que son tan sanos como delicados. Pero los fritos de la vieja escuela, los que van abrigados con una capa bien gruesa... pues no. Algunas personas -yo no, ¿eh?- piensan que envolver algo tan fino como una buena gamba en una masa aceitosa es una especie de crimen gastronómico.

¿Y nunca te has planteado que todo pueda formar parte de una confabulación capitalista para exterminarnos?

Mmm... no. Yo culparía más de su declive a las malas prácticas de algunos hosteleros, que por ahorrar dinero utilizaban las peores gambas congeladas, abusaban del rebozado para que llenaran más y encima las hacían en freídoras en las que no se había cambiado el aceite desde la época de los romanos. Eso cuando no las compraban precocinadas, que entonces ya era el apocalipsis. Tampoco jugó en su favor la aparición de las falsas patas rebozadas de buey, tristemente conocidas como "muslitos de mar". Son como un obús de surimi al que le han hincado una pinza de cangrejo. Te haces respiracionista sólo de verlas.

O sea, que el señorito cree que no hay salida para nosotras.

Lo único que se me ocurre es que se reconviertan ustedes en tempura, que como lo japonés tira mucho igual cuelan.

¿Has dicho tempura? ¿Pero quién te has creído? ¡Nosotras no somos un vulgar producto de la globalización! Seguimos siendo voluptuosas y 'sepsis', no como esas pijas japonesas.

Con todo el respeto, yo muy sensuales no las veo.

¿Sabes que no llevamos nada debajo de la gabardina?

Ay madre... no, por favor.

¿Te asusta vernos desnudas?

No, no, por lo que más quieran, ¡no!

Venga chicas, ¡todas a exhibirnos!

Aarrgggg... [desmayo y fin de la dramatización].

Sobre la firma

Mikel López Iturriaga
Director de El Comidista, web gastronómica en la que publica artículos, recetas y vídeos desde 2010. Ha trabajado como periodista en EL PAÍS, Ya.com o ADN y colaborado en programas de radio como 'Hoy por hoy' (Cadena Ser), 'Las tardes de RNE' y 'Gente despierta'. En televisión presentó programas como El Comidista TV (laSexta) o Banana split (La 2).

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