_
_
_
_
_

Hacer pan como terapia contra la depresión


Pan para la cabeza. / AINHOA GOMÀ
Pan para la cabeza. / AINHOA GOMÀ
Mikel López Iturriaga

¿Te sientes deprimido? ¿Alicaído? ¿En proceso de bajona otoñal aguda? Es probable que, siendo lector de este blog, necesites ayuda psicológica profesional. Pero antes de darte a la paroxetina o ingresar en la López Ibor quizá podrías probar una fórmula más simple, barata y gratificante: ponerte a hacer pan. No es que la harina y el agua tengan propiedades mágicas y te vayan a curar de golpe y porrazo, pero trabajarlas sí puede paliar los efectos de la depresión. Al menos eso es lo que dice un informe de la organización Sustain que se acaba de publicar en el Reino Unido.

El prólogo del estudio Rising up, escrito porJohn Whaite,el panadero ganador del concurso de la BBC The Great British Bake Off 2012, explica bastante bien de qué va la cosa. El mismo John tiene tendencia a la depresión, y cuenta que hacer pan es una de las cosas que más le ayudan a salir de ese bucle que empieza con un día en el que no tienes ganas de nada y termina en el más profundo de los hoyos emocionales. "Hay algo del proceso de la meditación en hacer pan", explica, para después describir el horneado como "una forma de Prozac sin pastillas".

El informe afirma que la depresión es sólo el más común de los problemas de salud mentales para los que ejercer de panarra es beneficioso. También ayuda a afectados de síndrome de Down o autismo, ex militares con traumas por haber estado en el frente y personas que han vivido otras situaciones igualmente complicadas no relacionadas directamente con la salud mental, como las víctimas de violencia machista o los que intentar salir de una adicción a las drogas o el alcohol.

Según Rising up, el proceso de hacer pan es accesible, mejora la salud y el bienestar –para un celíaco no hay nada mejor que ser capaz de producir su propio pan– y refuerza las relaciones personales, ya que los excedentes de producción se pueden regalar a amigos y vecinos. Para la acción que llevó a cabo para conseguir datos para su estudio, Sustain tuvo como cómplices distintas panaderías del Reino Unido, que se ofrecieron a hacer talleres y clases de técnicas de amasado en la que pacientes y terapeutas compartieron horas de harina, levado y buen rollo. Pasado el tiempo, la asociación encuestó a 84 de ellos (54 pacientes y 30 terapeutas) sobre la experiencia, y los resultados fueron más que positivos: un 88% afirmó que el proceso les había ayudado a sentirse realizados, un 87% se habían sentido más felices y un 73% afirmaron sentirse más calmados y relajados, además de otros notables beneficios como sensación de independencia y trabajo en equipo.

Asumiendo que todos tenemos algo que mejorar en nuestra almendra –estrés, ansiedad, insatisfacciones, insomnio, tristeza–, preguntamos su opinión al respecto a Susana Pérez, bloguera que acaba de publicar el libro Pan con Webos Fritos. Su respuesta ha sido clara y de lo más contundente: SÍ. "Soy abogada y asesora fiscal, con lo que mi trabajo puede llegar a ser muy estresante en esta época de crisis, además de pasar un montón de horas sentada delante de un ordenador y peleándome con mil papeles", afirma Pérez. "Ponerme a preparar masas me pone de buen humor, hace que se abran mis sentidos. Especialmente el tacto al tocar mis masas, pero también el olfato, cuando abro las bolsas de mis harinas integrales, destapo un prefermento o me pongo a hornear, y el oído, cuando mi pan recién hecho se enfría en una rejilla y oigo cuando cruje... Además el amasado francés con el que trabajo hace que mejoren mis contracturas cervicales. Hacer pan me sienta bien, comprobado".

5_Como_amaso_Foto_4
5_Como_amaso_Foto_4

Susana haciendo estiramientos. / WEBOS FRITOS

Txema Pascual, de la panadería vitoriana Artepan, también encuentra terapéutica su relación con las masas (a pesar de que la suya es laboral, que ya tiene mérito). "La parte que mejor me hace sentir de todo el proceso es dar forma a los diferentes tipos de barras", cuenta. "En general hemos perdido el sentido del tacto por falta de uso, y tocando la masa y trabajando con una materia prima que muta, como la harina, lo siento muy vivo. Las masas te hablan a través de las manos, pidiendo más o menos fuerza y que las trates de una determinada manera". Txema, que ha organizado algún taller para los chavales con discapacidad intelectual de una escuela cercana a su obrador, coincide con Susana en que tiene otros efectos colaterales, como "despertar el olfato con el mundo mágico de la fermentación y, por supuesto, con la cocción. Además formando las barras, algo que se suele hacer con otro panadero, se crea mucha camaradería".

Para que la panadería casera no acabe haciendo el efecto contrario y generando estrés porque la masa madre no sobrevive ni dos minutos o el pan de nube no leva, Txema apunta a la necesidad de ser conscientes de la condición de primerizos y optar por algo sencillito, y Susana insta a respetar los tiempos y no pasarse todo el proceso mirando el reloj cada cinco minutos. "La persona que se enfrente por primera vez a este tema debe pensar que la masa lleva su proceso. Si lo respetas, os llevaréis muy bien", reflexiona. "Déjale sus tiempos de reposo y dedícate mientras tanto a otras cosas, la gran mayoría de las veces los resultados son buenos. No tienes que estar mirando a tu pan, mientras fermenta, aunque bien pensado no estaría mal... no se me ocurre una cosa más hermosa".

1378074_10151895959423756_149884480_n
1378074_10151895959423756_149884480_n

Txema entre barritas. / HÉCTOR PASTOR (ARTEPAN)

Si alguien tiene alguna duda sobre que hacer pan, además de ser beneficioso para cuerpo y mente, engancha, ahí va una anécdota de Txema para confirmarlo. "Mi padre tiene 80 años, es panadero desde que tenía 15 y vive en Pamplona", relata. "Un par de veces a la semana viene de visita, casualmente siempre llega a la panadería cuando estamos formando, que es lo que más le gusta. Pues aunque podría llevarse pan de aquí, o masa para congelar, sigue haciendo el pan en casa porque le encanta. Algo muy gordo tiene que tener cuando lo haces durante muchos años por obligación y después sigues haciéndolo por placer".

Puede que la reducida muestra del estudio de Sustain no permita elevar sus conclusiones a la categoría de científicas. Y quizá los supuestos efectos antidepresivos de la panadería casera sean aplicables a muchas otras actividades manuales y a la vez creativas, como la cocina, la jardinería, el arte o hasta la papiroflexia. Pero cualquiera que se haya enfrentado alguna vez al desafío de elaborar pan estará de acuerdo en que este alimento tan primario es algo especial. Porque tocar una masa, manosearla, olerla, verla levar, darle forma y meterla al horno no es sólo divertido, sino extremadamente gratificante.

Documentación: Mònica Escudero.

Sobre la firma

Mikel López Iturriaga
Director de El Comidista, web gastronómica en la que publica artículos, recetas y vídeos desde 2010. Ha trabajado como periodista en EL PAÍS, Ya.com o ADN y colaborado en programas de radio como 'Hoy por hoy' (Cadena Ser), 'Las tardes de RNE' y 'Gente despierta'. En televisión presentó programas como El Comidista TV (laSexta) o Banana split (La 2).
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_