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Piña rellena

La piña rellena es viejuna, sí. Y qué: eso no hace que pierda ni un ápice de molonidad y ricura. Rindamos un homenaje al postre exótico (y ochentero) por antonomasia con una versión fácil y sabrosa.

Y encima, te ahorras el plato
Y encima, te ahorras el platoANA VEGA 'BISCAYENNE'

Gallifantes.

Los chicles Boomer.

El chándal de táctel.

Con jamón, apio y su correspondiente ración de gelatina.
Con jamón, apio y su correspondiente ración de gelatina.ARCHIVO

Digamelón.

Efectiviwonder.

Menú 100% relleno.
Menú 100% relleno.ARCHIVO
Que no se acabe el relleno
Que no se acabe el rellenoARCHIVO

La piña rellena.

Si tenéis más de veinticinco primaveras sabéis perfectamente que esta lista es más ochentera que el primo de Zumosol. Y también os acordáis de la piña rellena que hacía la tía Maripuri por Nochevieja. Sí, ésa. Con su macedonia de frutas surtidas y su generoso chorro de Calisay para asegurar el achispamiento familiar.

La piña era exótica, la estrella del trío de ases 'Lujo caribeño' junto a don Palmito y mesié Aguacate, el no va más de los bufés fríos y las bandejas de aperitivos. Después de décadas de precios desorbitados, en los años 70 la piña importada empezó a abaratarse y se convirtió en un icono de la cocina creativa de aquellos tiempos. Vale que ahora vemos fotos de las recetas y nos da la risa, pero sin aquellas locuras culinarias que ahora llamamos viejunas hoy no tendríamos desestructuraciones ni fusión ni porras gastronómicas en vinagre.

La piña fue la esferificación, la reducción de Módena de su época, aquello sin lo que un plato no era redondo del todo. Servía de comodín exótico con carne, pescado, dulce o salado, daba igual porque lo importante es que ella estaba allí para animar el cotarro. Ya fuera en vertical u horizontal la piña hacía a la vez de contenedor y contenido, rizando el rizo de la moda actual de servirte la comida en superficies inverosímiles como pizarras y tablas de madera. Ay.

Lo habitual en las mesas familiares de los 80 era usar la piña como meta-recipiente de la macedonia, también llamada “ensalada de frutas” que quedaba como más fino. Para ocasiones de tiros largos como visitas del jefe, Navidades y otras fiestas de guardar se tiraba de la mística combinación piña/marisco, pariente cercana del cóctel de gambas. La unión de piña con helado, ya fuera en versión fresca o en almíbar, dio pie a glorias eternas como el Frigurón (aunque fuese azul, como el Sugus de piña) y el pijama con nata y muchas bengalas.

Lo importante a la hora de hacer una versión actual de la piña rellena es no dejarse llevar por su barroquismo intrínseco. Con una buena fruta madura y cuatro cosas más podemos montar un plato vistoso, sabroso y pinturero, en esa línea de jetapostres a los que somos aquí tan aficionados.

SI queréis servirla como mandan los cánones y en su propia cáscara, pensad que necesitaréis media piña pequeña para cada comensal o una piña enorme en el centro de la mesa. Si por el contrario pasáis completamente de cortarla, vaciarla y así evitar una posible mutilación dactilar en el proceso, podéis hacer la misma receta con rodajas o trozos largos de piña para servir en platos. Si os posee vuestra Elena Santonja interior y os parece que esta piña es demasiado minimalista, recordad que le van especialmente bien las fresas, la naranja, el anís estrellado y la canela. Bienvenidos sean todos ellos.

La crema está hecha con yogur natural y coco rallado, en plan light aprobado por Eva Nasarre, pero si sois más cochiqueros se puede optar por crème fraîche, nata montada (cuidado que a veces junto a la piña se corta) o por montar la parte espesa que queda en la lata de leche de coco después de un día en la nevera. Demasié pal body.

Dificultad: Es guay del Paraguay.

Ingredientes

Para 2 personas zamponas

  • 1 piña de kilo y medio
  • 2 cucharadas de azúcar moreno
  • Una pizca de sal
  • El zumo de 1 naranja
  • 2 cucharadas de ron (opcional)
  • 1 cucharadita de canela en polvo
  • 2 yogures naturales
  • 5 cucharadas colmadas de coco rallado seco
  • 1 puñado de pistachos pelados

Instrucciones

1.
Acostar la piña sobre una superficie lisa que no resbale y cortar longitudinalmente con un cuchillo grande del medio hacia abajo, y después en el otro sentido hacia las hojas.
2.
Separar las dos mitades de la piña y recortar con un cuchillo pequeño la parte central más leñosa. Marcar una rejilla con la punta del cuchillo sobre la pulpa e ir sacando cuadrados de piña. Alternativamente se puede hacer con un sacabolas.
3.
Cuando ambas mitades estén vacías, mezclar los trozos de piña con el azúcar y un poco de sal. Revolver bien y tostar en una sartén a fuego medio hasta que la fruta se caramelice. Reservar.
4.
La pulpa menuda sobrante y el líquido que haya salido de la piña se cuelan junto al zumo de naranja, el licor y la canela. Calentar en la misma sartén hasta que se reduzca y obtengamos un almíbar oscuro y ligeramente espeso.
5.
Batir el yogur con el coco y opcionalmente algo de azúcar para endulzar.
6.
Repartir los trozos caramelizados de piña en las mitades de ésta, alternando con el yogur de coco.
7.
Terminar con los pistachos pelados y regar con el almíbar aún caliente.

TRUCO DEL ALMENDRUCO

Si queréis que los pistachos queden bonitos y bien verdes, quitadles la cáscara y tenedlos a remojo previamente entre 4 y 8 horas. Así se les quitará la posible sal añadida y será muy fácil quitar la piel fina que los envuelve.

¿Has tenido problemas preparando esta receta o cualquier otra de El Comidista? Escribe a la Defensora del Cocinero: defensoracomidista@gmail.com

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