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Galletas de queso, tomate seco y orégano

Saben a Italia, a verano, a días felices, a mantequilla y a queso, y mientras se cocinan en el horno son el mejor ambientador del mundo. ¿Necesitas más motivos para probar estas galletas?

Galletones, sol y las manos de Zitaima
Galletones, sol y las manos de ZitaimaMÒNICA ESCUDERO

Es posible que ahora mismo estés de vuelta en casa, mirando al vacío con la sensación de que nada tiene sentido y la inminencia de la vuelta a la realidad a solo un par de vueltas de reloj. Es difícil luchar contra eso, pero la terapia ocupacional hace milagros y sabemos que lo de deshacer maletas antes de dos semanas es una utopía, así que lo vamos a remediar con unas galletas saladas que nos harán reconciliarnos con el horno después de la clásica separación estival.

Yo no le añado sal a la masa porque con sensación del queso y el tomate ya me llega, pero si os gustan las cosas muy saladas podéis añadirle un poco, o poner unas escamas de sal Maldon por encima de la masa cuando esté estirada y presionar con el rodillo. Si en lugar de unas galletas con tropezoncitos de tomate preferiís una masa un poco roja y uniforme, solo tenéis que triturarlo con un robot de cocina antes de incorporarlo a la masa.

Por supuesto, podéis cambiar el orégano por vuestra hierba o especia favorita –con tomillo, romero o albahaca también quedan muy bien– y cambiar los tomates por aceitunas (o añadirlas). Solo tenéis que tener en cuenta que los ingredientes que pongáis no aporten humedad a la masa, o se volverá muy líquida y difícil de manejar.

La parte en la que estiramos la masa entre dos papeles de horno y la dejamos reposar antes de cortarla es de primero de galletas: si tenéis un poco de práctica, siendo una masa con un alto porcentaje de grasa podéis cortar las galletas directamente con el rodillo y un poco de harina sobre la mesa, usando un cuchillo –y un poco de delicadeza– para ayudarnos a separarlas y ponerlas en la bandeja de horno.

Cocinamos estas galletas durante bastante tiempo a una temperatura baja porque así conseguimos que queden crujientes, pero por la cantidad de grasa que tiene la masa tenderán a ablandarse en horas: si las pones en una lata o un táper hermético, les alargarás un poco la vida (aunque, si hay más de dos personas en casa, tampoco van a durar demasiado).

Dificultad: Bueno, hay que amasar. Y estirar. Y cortar.

Ingredientes

  • 80 g de Grana Padano (o Parmesano, o Pecorino) rallados
  • 200 g de harina de trigo
  • 120 g de mantequilla en pomada
  • 1 cucharadita rasa de levadura
  • 1 cucharadita rasa de orégano
  • 50 g de tomates secos

Instrucciones

1.
Remojar en agua tibia los tomates durante media hora, secarlos bien y picarlos finos con un cuchillo bien afilado.
2.
Poner la mantequilla con la harina tamizada, la levadura, el tomate y el queso en un bol y amasar hasta que se integren y quede una masa elástica y que no se pega en las manos (si tenéis un robot de cocina, podéis dejarle esta parte del trabajo).
3.
Estirar la masa entre dos papeles de horno hasta que tenga un grosor de unos 3 mm aproximadamente. Ponerla en la nevera unos 30 minutos para que sea más fácil de cortar.
4.
Con un cortapastas –o un cuchillo, o un vaso– cortarlas con la forma deseada y disponer en una bandeja para hornear, que meteremos en el horno calentado a 160 grados centígrados con calor arriba y abajo.
5.
Hornear las galletas unos 25 minutos o hasta que estén doradas y apetitosas, dándole la vuelta a la bandeja –lo de delante, atrás– más o menos a los 15 minutos para una cocción más uniforme. Lo ideal sería vigilarlas a partir de los 20 minutos, por aquello de que cada horno es un mundo.
6.
Cuando estén hechas, sacarlas del horno, dejar enfriar y comer o guardar en un recipiente hermético.

¿Has intentado hacer esta receta u otras de El Comidista, y no te han salido bien? Quéjate a la Defensora del Cocinero enviando un mail a defensoracomidista@gmail.com

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