Gratinado de pasta con brócoli y piñones
Crujiente por fuera, cremoso por dentro y con suficiente brócoli como para que cuente como plato de verdura y sus detractores no tengan quejas. Si buscas un buen motivo para encender el horno, aquí lo tienes.
Pocas cosas huelen tanto a cocina de celebración y días felices como el queso dorándose en el horno, llenando la casa de ese inconfundible olor a gratinado que promete cortezas crujientes e interiores cremosos. No sé vosotros, pero cuando era pequeña ese olor estaba relacionado con tres platos: macarrones con tomate y chorizo de mi yaya Antonia -con un punto de cocción que haría llorar a un romano y con tomate frito, pero qué ricos estaban-, fideos a la cazuela o canelones.
Conseguir que un gratinado sea etéreo como un cumulonimbo es una batalla perdida, pero sí hay maneras de hacerlo igual de sabroso pero más equilibrado que aquellos festivales abuelescos del carbohidrato refinado y la carnaca. Solo hay que reducir la proporción de proteína animal y pasta y añadirle una buena cantidad de verdura que aligerará el plato sin quitarle la esencia.
Si os gusta la pasta integral, usadla en lugar de la blanca. En mi caso he abrazado lo integral en prácticamente todo lo que consumo, pero he asumido que en este caso es imposible porque le quita toda la gracia al asunto, y por las conversaciones sobre el tema que he tenido con amigos y en redes veo que es una cosa bastante extendida. Así que he optado por comerla pocas veces, bien combinada y sin sentimiento de culpa.
Podéis usar cualquier tipo de pasta corta, si podéis de la que tiene algún tipo de textura o acanalado que ayuda a recoger la la salsa, siempre haciéndola bastante al dente para que al hornearla no se ponga pelotoff.
El tiempo de cocción del brócoli también es justito, pero hay que tener en cuenta que seguirá haciéndose con el calor residual y el del horno. Podéis hacerlo aparte o al vapor, cortarle la cocción y mezclarlo con la pasta y la salsa, pero en esta preparación la diferencia es mínima, y haciéndolo como propongo ahorraréis tiempo y cacharros sucios.
La butifarra blanca es un añadido gustoso, pero perfectamente prescindible si sois vegetarianos. Si no tenéis este embutido a mano, podéis usar panceta curada normal o con pimienta, un buen bacon o trocitos de lacón ahumado.
Dificultad
Nivel Masterchof.
Ingredientes
Para 4 personas
- 250 g de pasta corta
- 1 brócoli mediano
- 1 cebolla grande
- 150 ml de leche evaporada
- 100 g de queso quark
- 100 g de butifarra blanca en daditos (opcional)
- 30 g de piñones
- 75 g de parmesano, pecorino, comté o el queso que se prefiera para gratinar
- Tomillo fresco o seco al gusto
- Perejil
- Aceite de oliva
- Sal
- Pimienta
Preparación
- Dorar los piñones con cuidado a fuego bajo-medio, en una sartén sin aceite, un par de minutos sin dejar de vigilarlos para que no se quemen.
- Pelar la cebolla, cortarla en daditos y dorarla con un poco de aceite en la misma sartén. Si se va a usar butifarra blanca, añadirla en daditos cuando la cebolla casi esté lista. Añadir la leche evaporada y el quark hasta conseguir una crema y sazonarla con sal, pimienta y tomillo.
- Separar las flores del brócoli y cortar los tallos en trozos más pequeños (tardan más en hacerse y así podemos cocerlo todo de golpe).
- Poner a hervir la pasta en abundante agua salada, haciéndola un minuto menos de lo que indiquen las instrucciones del fabricante. Dos minutos y medio antes de sacarla, añadir el brócoli.
- Escurrir rápidamente pasta y brócoli y mezclarlas con la salsa y los piñones en la misma olla fuera del calor. Llevar a una fuente de horno, cubrir con el queso y gratinar a 220 grados o en función grill hasta que esté dorado, burbujeante y apetitoso (entre 5 y 12 minutos, dependiendo del horno). Espolvorear con perejil picado y servir inmediatamente.
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