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Crema de champiñones

Si tú también suspirabas por que lleguen de una vez el frío y las lluvias, dale la bienvenida al condumio invernal con esta crema. Reconfortante, calentita y sencilla, ¿qué más se puede pedir?

Gustirrinín de cuchara
Gustirrinín de cucharaANA VEGA 'BISCAYENNE'

La “comida marrón” quizás no sea muy estética ni sirva para fardar en Instagram y sus aledaños -aunque tenga hashtag propio-, pero constituye uno de los pilares de la civilización. ¿Qué sería de nosotros sin las lentejas, las gachas y esos purés sabrosos pero de color poco atractivo? La progresiva instagramización del mundo ha conseguido incluso que la crema de champiñón, uno de los clásicos de la cocina marronácea, sea de un blanco casi impoluto. ¡Sacrilegio! Por supuesto, también debería ser punible que se venda en sobre, cuando es una de las recetas más sencillas que existen.

Fácil a la vez que reconfortante, se puede dejar con textura de crema o más líquida, —según os guste más— y aunque su aspecto natural sea grisáceo tirando a marrón pocho, la sopa de champiñón tiene un sabor estratosférico capaz de desterrar de un plumazo a su imitación de sucedáneo. ¿La clave? Eliminar la humedad de los champiñones dejando tan sólo un gusto intenso a seta y monte. Para ello lo mejor es utilizar champiñones de variedad Portobello (los marrones por fuera, como en la foto que encabeza este post), que aportan un sabor mucho mejor que el de sus primos blancurrios. Los Portobellos ya los utilizamos hace poco en un plato de pasta y un arroz, y creedme, marcan la diferencia definitiva.

Para que no se os quejen en casa ni enarbolen la bandera contra la comida marrón, podéis preparar unos picatostes con hierbas en el horno y dejar unos cuantos champis dorados para adornar el plato: así habrá también diversas texturas que llevarse a la boca en cada cucharada. O poner por encima unos colines rotos de pan y un poco de jamón serrano picado, que le va que ni pintado.

La cremosidad la aporta la leche evaporada o la nata para cocinar, según lo vacaburros que seáis -hay gente que incluso le echa quesitos-, pero en caso de apuro se puede echar leche o sustituir todo el lácteo por la misma cantidad de caldo. Ojo con la sal que echáis, por si el caldo está fuertecito de sabor: mejor esperar a que esté casi terminado todo y rectificar en ese momento añadiéndole más, si la necesita.

Con el líquido que viene en la receta queda una textura media, a medio camino entre la crema y la sopa de la receta, de modo que podéis reducirla o aumentarla a voluntad para conseguir el resultado que deseéis. Lo mejor es quedarse un poco corto de caldo antes de triturarlo todo, y con la crema ya pasada por la batidora añadir más líquido en caso de verlo necesario. Si sois más vagos que la chaqueta de un guardia podéis eliminar el paso de tostar los champiñones en tandas y meterlos todos de una vez en la cazuela; la crema perderá la categoría de experiencia religiosa pero tampoco es tan grave.

Dificultad: Cero champiñonero.

Ingredientes

Para 4-5 personas

Para la crema

  • 200 g de puerro (o cebolla, o mitad y mitad)
  • 800 g de champiñones Portobello
  • 1,5 l de caldo de verduras (o de pollo o carne)
  • 200 ml de leche evaporada (o nata para cocinar)
  • Sal
  • Pimienta negra molida
  • Aceite de oliva

Para los picatostes

  • 200 g de pan duro en rebanadas
  • 2 cucharadas de aceite de oliva
  • Pimienta negra molida
  • Tomillo seco
  • Romero seco

Instrucciones

1.
Para hacer los picatostes de pan: calentar el horno a 180 grados, calor arriba y abajo. Cubrir una bandeja de horno con papel de aluminio. mezclar en un bol el aceite, la pimienta y las hierbas al gusto. Cortar el pan en dados y meterlos en el bol, repartiendo bien el aceite y los condimentos. Colocar los trozos de pan en una sola capa sobre la bandeja, con espacio entre sí, y dejar que se tuesten unos 5 minutos. Sacar y reservar.
2.
Limpiar y cortar muy finamente el puerro, sofriéndolo después en una cazuela con un poco de sal y un par de cucharadas de aceite de oliva hasta que esté blando y ligeramente dorado. Reservar.
3.
Limpiar los champiñones con un paño ligeramente húmedo y cortarlos en cuartos o en octavos, dependiendo de su tamaño.
4.
Calentar en una sartén grande dos cucharadas de aceite, a fuego fuerte, y añadir los champiñones que quepan sin que estén muy apiñados entre sí (igual es necesario hacer este proceso tres veces). Agregar un poco de pimienta negra molida, una pizquita de sal y remover de vez en cuando. Les saldrá un poco de agua y, si hay espacio suficiente y el calor necesario, ésta se evaporará rápidamente. Cuando estén dorados, añadir a la cazuela que contiene el puerro.
5.
Hacer lo mismo con el resto de los champiñones, guardando unos pocos para adornar los platos al final. Agregar el caldo a la cazuela y cuando esté hirviendo, dejar que reduzca entre 10 y 15 minutos.
6.
Triturar con una batidora. Añadir la leche evaporada, probar el punto de sal y rectificar si es necesario. Servir en platos hondos con los picatostes y los champis reservados por encima.

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