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De la Colchona a las ‘mantecaeras’: las mujeres de los mantecados de Estepa

Micaela Ruiz perfeccionó en el siglo XIX la receta de los mantecados y los comercializó por primera vez fuera de este pueblo sevillano. Hoy esta industria da miles de puestos de trabajo, en su mayoría a mujeres.

Las manos de las 'mantecaeras'
Las manos de las 'mantecaeras'CONSEJO REGULADOR IGP MANTECADOS Y POLVORONES DE ESTEPA
Carlos Doncel

Los mantecados de Estepa los empezó a comercializar una mujer. Y fue una mujer, la misma, quien en la segunda mitad del siglo XIX perfeccionó la receta tradicional hasta conseguir el producto que conocemos hoy día. Micaela Ruiz Téllez, la Colchona, es una figura trascendental en la industria repostera de esta localidad sevillana, como también lo son las miles de mantecaeras que han trabajado en los obradores durante más de 100 años. Porque este dulce navideño creció y sigue vivo gracias a las manos femeninas.

“En el pueblo, las matanzas de cerdo ibérico se daban en octubre y noviembre. Por aquel entonces se aprovechaba un sobrante de las mismas y se elaboraban dulces con la manteca de este animal, harina de trigo, azúcar y algunas especias”, cuenta José María Fernández, presidente de la Indicación Geográfica Protegida Mantecados y Polvorones de Estepa. “Aquí en cada casa había un horno, pero lo que se producía era para autoconsumo”, afirma José María. Aquello que era una simple costumbre gastronómica sin lucro alguno, a partir del último tercio del XIX se convirtió poco a poco en una industria que en la actualidad proporciona más de 2.000 empleos directos y que genera un impacto económico de 70 millones de euros en una localidad de unos 12.500 habitantes, según datos de la IGP.

No sé cómo no acabó en la cárcel”

“Micaela se dedicaba a hacer matanzas en el pueblo, y con la grasa sobrante hacía dulces que se parecían a los mantecados de hoy”, dice Santiago Fernández, tataranieto de la Colchona y administrador de la empresa productora homónima. “Aquellos se ponían duros muy pronto, así que para evitar esto se le ocurrió darle calor a la harina para resecarla y quitarle la humedad. De esta forma consiguió que quedaran prietos y se mantuvieran siempre tiernos”, narra Santiago.

Micaela Ruiz Téllez, la Colchona
Micaela Ruiz Téllez, la ColchonaIGP MANTECADOS Y POLVORONES DE ESTEPA

Tal fama adquirieron sus elaboraciones en la localidad, que José Hermoso, amigo de Micaela, le sugirió que se los diera a su marido para que los vendiera. Pese a lo que pudiera pensarse en un principio, el esposo de la Colchona, Manuel Fernández Tenllado, no trabajaba en Pikolín: era cosario, esto es, una especie de mensajero que llevaba objetos a otros lugares. “Micaela aprovechó la profesión de su marido, que hacía la ruta hasta Córdoba, para empezar a vender los dulces que preparaba en casa. Este es el inicio de la comercialización de los mantecados de Estepa”, declara Santiago Fernández, que forma parte de la quinta generación al cargo del negocio.

“Tiene mucho mérito que una mujer tuviera el arrojo de empezar una actividad empresarial en aquella época. No sé cómo no la metieron en la cárcel”, se pregunta Santiago. Además una mujer no muy mayor, ya que, según sus partidas de matrimonio y defunción, Micaela nació en 1837 -pese a que la Junta de Andalucía celebró en 2021 el bicentenario de su nacimiento-, y comenzó a vender los mantecados hacia 1870. “Imaginamos que por las condiciones sociales que había por aquel entonces sería un escándalo”, declara José María Fernández desde la IGP.

Nació una industria local... y femenina

Aunque hubiese quien no viera bien la labor de esta emprendedora, tal fue el éxito de los mantecados que elaboraba Micaela, que muchos vecinos de Estepa siguieron sus pasos. Así, poco a poco la fama de los dulces navideños fabricados en esta localidad de Sevilla se extendieron por toda España, como se demuestra en un escrito del famoso gastrónomo Doctor Thebussem del 1882 en el que los menciona. Con el paso del tiempo este sector se asienta, hasta el punto de que en 1968 llegan a coexistir 124 obradores, según el libro Semblanzas estepeñas, del historiador local Antonio Rivero.

Ahora bien, una industria que desde el principio empleaba a mujeres: “La tarea, como en tantas otras labores agroalimentarias -envasados de verduras y hortalizas, conservas, mermeladas...-, era femenina. Entre el 85 y el 90% del total de la plantilla eran mujeres, tal y como sigue siendo ahora”, comenta Anastasia Téllez Infante, doctora en Antropología Cultural e investigadora de este sector. “Sin embargo, el hornero, el maestro obrador que hacía la mezcla de ingredientes y el empresario eran siempre hombres”, apunta Téllez Infante. Una paradoja que explica la desigualdad: unas quedaban relegadas a los trabajos manuales mientras que otros ejercían los de responsabilidad, pese a que quien levantó este negocio fue una vecina del pueblo.

Mano de obra femenina
Mano de obra femeninaIGP MANTECADOS Y POLVORONES DE ESTEPA

Mantecaeras y precarias

A mediados del siglo XX empiezan a industrializarse los obradores, y ya en los sesenta se ven las primeras máquinas cortadoras y amasadoras, pero el papel femenino fue el mismo: “Fases del proceso productivo como rellenar cajas, precintar o envolver los dulces a mano lo siguen haciendo mujeres”, informa Anastasia, autora de una tesis doctoral sobre este asunto.

“Se ha transmitido la feminización del trabajo porque es un sector relacionado con la cocina, no nos engañemos”, asegura esta investigadora. “Se considera que estamos más adiestradas para ese tipo de labores, cuando las mujeres no hemos nacido biológicamente con más destreza manual ni con más paciencia para estar ocho horas en una cinta de envase”.

A ello hay que sumar que las condiciones laborales diferían según el género: “En los sesenta o setenta había muchas trabajadoras sin contrato a las que se les pagaba muchísimo menos”, señala Téllez Infante. “Cuando hice la tesis, a finales de los noventa, vi que la remuneración era la correcta, pero había una discriminación real: todas las mujeres eran peones con independencia de los años que llevaran, mientras que sí había hombres oficiales de primera, por ejemplo”.

Según esta antropóloga, los derechos laborales de este sector de la población han mejorado en estas últimas décadas: “En la actualidad las condiciones de las trabajadoras en las fábricas son mucho mejores. Quién ha visto y quién ve el empleo en los mantecados de Estepa”. “Las labores de la fábrica las realizan mujeres de forma mayoritaria, pero también hoy día ocupan otras funciones, como la investigación, ventas, comerciales o de dirección”, declara el empresario Santiago Fernández.

El oro tostado de Estepa
El oro tostado de EstepaIGP MANTECADOS Y POLVORONES DE ESTEPA

También ha evolucionado el propio mantecado, que tiene como ingredientes principales la harina de trigo, la manteca de cerdo ibérico y el azúcar. A partir de ahí, la IGP reconoce distintas variedades bajo su sello -al que están acogidas 18 de las 22 empresas productoras que existen en la actualidad-: los hay con canela, de limón, de cacao, de vainilla, de avellana, de coco o con aceite de oliva virgen extra en lugar de grasa animal. “El ayuntamiento ha propuesto incluso que la elaboración de estos dulces de Navidad sea declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, comenta Anastasia.

“Si no fuera por el sector del mantecado, Estepa sería un pueblo agrícola, como todos los de alrededor”, afirma Santiago. Hoy esta localidad es “una isla industrial feminizada”, como indica Anastasia Téllez Infante. Todo gracias al trabajo de cientos de mantecaeras que elaboran el dulce que se le ocurrió vender a una mujer cuando nadie más lo hacía.

Sobre la firma

Carlos Doncel
Periodista gastronómico en El Comidista, doble graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y alto, muy alto. Le encanta el picante, la cerveza, el cuchareo y las patatas fritas de bolsa. Cree que el cachondeo y el rigor profesional son compatibles y que los palitos de cangrejo deberían desaparecer.

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