Martini de etiqueta
Como ya se acerca el fin de semana, he decidido quitarme el chándal de táctel y las zapatillas de paño de abuelator y ponerme elegante con un cóctel. Se trata de un clásico, el martini, en una variante de etiqueta que me encanta por simple y original. Su preparación no encierra ningún misterio: diría que lo más importante es la calidad de los ingredientes, fundamental para evitar un resacón mortal, y la presentación en una copa apropiada. Y a la vez se sale un poco de lo habitual gracias sobre todo a la pimienta.
La primera vez que probé un martini me pareció una bomba alcohólica. Sin embargo, la sensación fue remitiendo al segundo y tercer sorbo, y entonces me empezó a reconfortar. Ahora es una de mis bebidas favoritas, en dura competencia con el vodka con tónica. Recomiendo, eso sí, no tomar muchos, y hacerlo a la velocidad correcta: ni de un trago como si fueras un muerto de sed, ni eternizándote, porque se calentará y convertirá en un bebedizo intragable.
La receta, que incluye un truco del coctelero Javier de las Muelas (el de no usar hielo de agua del grifo), está ligeramente adaptada de la extinta revista 'Gourmet', con algún pequeño cambio a mi antojo. Pensé en incluirla en un reportaje sobre música y comida que publiqué en El País Semanal, pero al final decidí no meterla porque no pegaba demasiado. En cualquier caso, para una experiencia completa aconsejo tomarlo mientras se oye a la gran Dionne Warwick cantando canciones de Burt Bacharach y Hal David.
Dificultad: Para beodos.
Ingredientes
Para 4 personas
- 350 ml de vodka (o ginebra, si se prefiere)
- 1 cucharada de vermut blanco seco
- 4 aceitunas negras
- 1 limón
- 1 cucharadita de pimienta en grano
- Sal y pimienta negra molida
- Hielo de bolsa o de agua mineral