_
_
_
_
_

Patatas baby al horno con chutney rápido de tomate

Unas patatas crujientes, cocidas y cocinadas al horno, acompañadas de una salsa de tomate dulce, ácida y llena del aroma y sabor de las especias. Que, además, se prepara en muy poco tiempo.

Cremosas y crujientes
Cremosas y crujientesALFONSO D. MARTÍN
Alfonso D. Martín

Empiezo abriendo un melón y confesándome: no me hacen demasiada gracia las patatas: no soy fan de la textura ni del sabor (aunque sí de su almidón). En general es un problema que tengo con cualquier alimento que se deshaga en la boca, pero, afortunadamente, tenemos métodos de cocción para mejorar estas terribles condiciones cercanas a la tortura. Porque si podemos destacar algo positivo de la patata es, sin duda, su versatilidad. Al horno, al vapor, cocidas, fritas, salteadas, en sopas o cremas: es un producto barato y fácil de condimentar (ya que, de por sí, no es precisamente una bomba de sabor).

Para esta receta utilizaremos patatas pequeñas, también conocidas como patatas baby, ya que se cocinan más rápido y es más sencillo conseguir que queden crujientes al horno. Para ello primero las coceremos en abundante agua con mucha sal y una pizca de bicarbonato, y después las quebraremos con la ayuda de un tenedor y aliñaremos. Con un horno a temperatura alta conseguiremos que, tanto la piel como la carne que quede al descubierto, queden crujientes.Si no tienes este tipo de patata -o no quieres gastarte el dinero que cuestan-, usa la variedad Monalisa cortada en dado grandes, sin bicarbonato, con menos sal y con 10 minutos de cocción.

Para darle más sabor a esto, haremos una especie de chutney express de tomate. El chutney, como tal, tiene muchas interpretaciones diferentes: mientras que en la India es una salsa fresca y especiada que no se cocina, en Occidente se concibe más como una especie de mermelada especiada. Seguiremos este último método y lo alegraremos con comino y mostaza.

Si tenéis tiempo y ganas, podéis hacer el chutney con tomate fresco en lugar de tomate frito -tiene que tener trozos, no valen esas versiones completamente trituradas, y también debería ser de buena calidad-, pero ya os advierto que la diferencia no va muy allá (excepto que en este caso la receta deja de ser exprés). Si sobre chutney, podéis guardarlo en la nevera y usarlo para otros platos de pollo, pescado o carne.

Dificultad: Tener una tapa para que no te salpique el tomate.

Ingredientes

  • 400 g de patatas baby
  • 400 g de tomate frito de lata de calidad (estilo casero, con trozos)
  • 2 dientes de ajo
  • 1 y ½ cucharadita de comino en polvo
  • 2 cucharaditas de mostaza en polvo
  • 1 y ½ cucharaditas de pimienta molida
  • 6 cucharadas de azúcar
  • 6 ramitas de tomillo fresco
  • 2 y ½ cucharadas de vinagre de Jerez
  • 2 cucharaditas de sal
  • Una pizca de cayena en polvo (al gusto)

Instrucciones

1.
Añadir el tomate troceado en una olla con los dos ajos aplastados y la sal. Cocinar a fuego bajo unos 10 minutos hasta que reduzca -aún más- su volumen. Añadir el comino, la mostaza, la pimienta, la cayena y el azúcar y cocinar entre cinco y siete minutos más. Ajustar de sal y acidez. Retirar del fuego.
2.
Hervir las patatas en abundante agua muy salada con una cucharadita de bicarbonato sódico durante 15 minutos. Este proceso es más rápido si tenéis acceso a patatas baby para microondas (en cuyo caso sólo tenéis que seguir las instrucciones de la bolsa).
3.
Calentar el horno a 210 ºC. Secar las patatas con papel de cocina y, con la ayuda de un tenedor, aplastarlas ligeramente, para que se rompan y se aplasten. Aderezarlas con sal, pimienta y aceite de oliva y cocinar en el horno unos 15-20 minutos, hasta que se tuesten y la piel quede crujiente.
4.
Servir las patatas con un poco de chutney al lado, un chorrito de aceite de oliva y tomillo fresco.

Si haces esta receta, comparte el resultado en tus redes sociales con la etiqueta #RecetasComidista. Y si te sale mal, quéjate a la Defensora del Cocinero enviando un mail a defensoracomidista@gmail.com.

Sobre la firma

Alfonso D. Martín
Es cocinero, asesor gastronómico y fetichista de especias y fermentados. De pequeño gateaba al bar de al lado de casa para pedir un huevo duro y después empezó a tener dolor abdominal continuo por echarle picante a todo a escondidas de su madre. Si profanar recetas clásicas fuese un pecado, ya habría pasado los nueve círculos del Infierno de Dante.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_