_
_
_
_
_

Ideas para tunear sopas y untables de bote

En verano hasta los mayores aficionados a la cocina tienen derecho a hacer el vago, y los refrigerados del supermercado pueden ser buenos aliados. Hoy te damos ideas para darles un toque personal.

Para untar y no parar
Para untar y no pararMÒNICA ESCUDERO

Mucho leer El Comidista y mucho escribir en El Comidista, pero cuando estamos de vacaciones todos queremos comer bien sin hacer ni el huevo (y hacemos la mar de bien: no entiendo como la vagancia vacacional no es un derecho amparado por la Constitución). En estos días de ocio, lectura, caña y voltereta piscinera hay que encontrar aliados para poder disfrutar sin pasarse horas a los fogones, y algunos muy interesantes están en la sección de refrigerados del supermercado.

¿Quién no ha recurrido alguna vez a un gazpacho de tetra brik para convertirlo en una cena rápida con una tortilla francesa? ¿Y a ese hummus que igual no está tan bueno como el casero pero “es que hoy no me apetece mover un dedo”?¿Tienes una marca de salmorejo favorita que no se encuentra fácilmente, pero cuando lo haces se te abre el cielo porque te gusta casi como el que tú preparas? Hoy te damos un montón de ideas para que les des un toque personal, un chute de sabor o incluso puedas convencer a alguien de que son creación propia. Por supuesto, siguiendo en la línea del mínimo esfuerzo: al mes de agosto no se viene a trabajar.

Salmorejo

Antes de nada, pruébalo y mira cómo anda de equilibrio de sabores: si crees que le falta un poco de vinagre, añádeselo (algunas marcas muy prudentes con el ácido, y los vinagreros del mundo lo sufrimos). ¿Cómo rematarías un salmorejo hecho en casa? ¿Con huevo duro y jamón picados, al estilo más tradicional?¿Con unos daditos de pan restregado en ajo tostado?¿Un poco de cebolla y pimiento en daditos? Pues procede con este de la misma manera: lo mismo que le vaya a tu salmorejo casero, debería irle a este.

Si quieres que se convierta casi en una cena completa -y también un poco en una ensalada- puedes ponerle encima una docena de tomates cherry en cuartos, media lata de bonito y un poco de cebollino o tallo de cebolleta picados finos (si no hay contraindicaciones estomacales). El mango y el tomate también se llevan muy bien: si tienes uno rondando la nevera ponle a tu salmorejo unos taquitos con un poco de queso fresco desmigado.

Gazpacho

Seguimos con la cordial relación mango-tomate: ahora el gazpacho de mango ya está tan normalizado que puedes comprarlo ya hecho, pero cuando hace un porrón de años me sirvieron en un restaurante un gazpacho con una bola de sorbete de mango me quedé fascinada. Aunque tal vez se haya quedado un poco viejuna, la combinación sigue funcionando: si encuentras un buen gazpacho fresco y un sorbete que no esté muy dulce puedes preparar un primer plato finolis solo abriendo dos envases.

Igual que en caso anterior, la posibilidad de rectificar cualquiera de sus aderezos es lo primero que deberíamos contemplar, aunque en este caso hay tanta oferta en el mercado que ya compramos directamente el que nos gusta. Ahora solo queda pensar en lo que queremos ponerle encima: todo lo que hemos comentado en el apartado del salmorejo también se puede aplicar aquí, además de la clásica mezcla de cebolla, tomate y pimiento picados. Pero para mí el topping campeón del gazpacho es un poco de aguacate en su punto cortado en dados: la cremosidad de este fruto le viene muy bien a la sopa reina del verano.

Ajoblanco

No es la sopa fría refrigerada que más se consume, pero empieza a haber versiones decentes sin exceso de vinagre o ajo y con buen sabor a almendra. Como contaba recientemente nuestra compañera Clara Pérez Villalón, no hay una única receta de ajoblanco, pero las que se comercializan suelen tirar más hacia la sopa líquida que a la emulsión densa. La tradición es rematarlo con uvas -que por aquí no están precisamente de temporada-, pero como aconsejó Clara también podéis usar “melón, queso fresco, ciruela roja, diferentes hierbas, rabanitos, boquerones en vinagre, sardina ahumada, anchoa o brevas”. Bienvenidos los contrastes y la frescura.

Hummus

Lo primero que puedes hacer con el hummus que has comprado es probarlo para ver cómo anda de cerca del que más te gusta. Es bastante habitual que el hummus de supermercado esté hecho con aceite de girasol y no de oliva, así que puedes añadirle un chorrito para darle sabor. Rectificarlo de limón, tahini o sal también lo mejorará, si crees que le falta alguno de estos ingredientes. A partir de aquí, las posibilidades son casi infinitas, a pesar de que partimos de la base de que aquí no hemos venido a encender la batidora (porque si no hubiéramos hecho el hummus directamente en casa, ¿no?).

Mezclarlo con unas cucharadas de olivada le dará un sabor mucho más potente: si quieres notarlo en diferentes intensidades, simplemente sírvelo con la olivada por encima, y ve picoteando lo que te apetezca. También puedes mezclarlo con un bote de pimientos del piquillo picados rápidamente a cuchillo, una cucharadita de za’atar o un poco de harissa -también sirve el pimentón picante- y queso feta desmigado por encima. Una picada de aromáticas como perejil, cilantro o menta también le dará un buen extra. ¿Estás hasta el níspero del hummus porque compraste un pack de oferta y has mojado en él hasta al gato? Úsalo para hacer unos huevos rellenos en lugar de la mayonesa: serán más ligeros y tendrás menos riesgo de intoxicaciones. Combo veraniego campeón.

Guacamole

Seguramente es el más complicado de encontrar en versión digna: no he probado ninguno que se parezca ni de lejos al que podemos preparar en casa. Si tú si has encontrado esa milagrosa versión -o te da igual, porque no piensas hacerlo- también puedes mejorarla fácilmente. Antes de nada, un chorrito de limón y un batido para integrarlo le darán un sabor mucho más fresco: si lo pones sobre una tostada con un poco de salmón y un huevo cocido ocho minutos, puedes tener una cena de lo más apañada.

Después, puedes tunearlo para conseguir sabores muy diferentes con la misma base: prueba con sésamo y pistachos picados, con un poco de wasabi y vinagre de arroz o con salsa de chile dulce y picante. “¡Pero eso ya no es guacamole!”, dirán algunos. Ya, y lo que habéis comprado en el supermercado tampoco, y por lo menos así estará bueno. Si queréis guacamole de verdad, podéis tenerlo: en este vídeo tenéis un máster para aprender cómo prepararlo en menos de dos minutos. Que estamos de vacaciones, pero en este caso vale la pena el mínimo esfuerzo que nos pide el plato.

Queso quark

El queso batido es un lienzo en blanco para que hagas exactamente lo que te dé la gana con él. Un poco de sal, cebollino, ralladura de limón y pimienta y tienes la salsa cremosa más polivalente del mundo: puedes usarla para aliñar una ensalada, poner sobre una patata asada o mojarla con palitos, crudités o regañás. El tomate seco picado, la albahaca fresca y algún fruto seco para encontrarte esos tropezones gustosos al morderlo también tienen todo el sentido, y si lo pones sobre pepino cortado fino y una rebanada de buen pan te puede saber a gloria.

El que sale en la foto lleva tomate seco deshidratado, pimentón, tallo de cebolleta -uno de mis aprovechamientos favoritos es usarlo en lugar de cebollino y un poco de avellana picada. Si lo que te apetece es algo dulce, el quark también puede ayudarte: bien batido con cacao en polvo y tu endulzante favorito -yo pondría un poco de azúcar moscovado, ese sabor como especiado le viene muy bien- tienes una especie de crema que puedes servir sobre una ensalada de fruta (o comerte a cucharadas, que siempre es una opción).

¿Cuál es tu marca favorita de gazpacho refrigerado? ¿Has encontrado algún guacamole envasado que se parezca al de verdad? ¿Con qué te gusta tomarlo? Háblanos de tu relación sentimental con las sopas y los untables envasados en los comentarios y haz feliz a un vago que quiere comer bien.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_