Hay una verdad universalmente aceptada, y es que el ser humano, en presencia de plantas, intentará fermentarlas o destilarlas para hacer alcohol. Somos homos trinktrinkis, y en todo el mundo hemos logrado aprovechar la flora local, o incluso la fauna, para producir bebercio. Y casi cada cultura –salvando aquéllas donde el designio divino lo ha prohibido– tiene como seña de identidad el alcohol que consume.
Contaba mi padre que en los años sesenta, cuando era vendedor de libros a domicilio, siempre repetía el mismo ritual: preguntaba a la persona que le contestaba al timbre de dónde era. Y entonces alababa las virtudes del vino del lugar, lo que de inmediato abría puertas, cerebros y carteras a la posibilidad de comprar una enciclopedia. Porque todos estamos orgullosos del vino, la cerveza o el aguardiente que hacen en nuestro terruño, aunque a veces se queden un poco lost in translation cuando los traemos a casa y no sepan tan bien como en una hamaca al borde del Mediterráneo, una taberna centroeuropea con bancos de madera tallada o la plaza mayor de un pueblecito andino.
También te puedes encontrar sorpresas en los duty free, porque muchas marcas de alcohol venden allí productos en edición limitada, así que no está de más perder medio minuto y comprobar qué tienen. Ojo con las limitaciones aduaneras y las reglas de transporte aeronáutico de cada país, no sea que por una botella de más termines de protagonista de la secuela de El expreso de medianoche. Y controla que puedas llevarlo en la cabina, porque si haces escalas puedes verte obligado a hacerle un regalo sorpresa a un aduanero. O pegarte un macrolingotazo, que tampoco sería lo deseable.
Viajes a donde viajes, visites o no destilerías –puedes leer más sobre esto a continuación– recuerda llevar contigo un par de jerseys bien mullidos para acolchar tu botella, o aún mejor una caja de cartón plegada. Si tus vacaciones van a consistir en quedarte en casa con el ventilador, consuélate pensando que muchos de estos licores se encuentran también ya en España, por lo que no tienes excusa para dejar de probar alguna de las ideas que te damos. Si quieres ir un paso más allá –bueno, en realidad unos cuantos–, prueba a hacer una ruta por un destino alto en octanos. Hemos destacado cinco, pero hay muchos, muchos más, que te comentamos someramente.
POLONIA
GRECIA
GRAN BRETAÑA
MÉXICO
Una ardilla podría cruzar México saltando de variedad de ágave en variedad de ágave, si no fuera que lo que allí se estila son las iguanas. El tequila-tequila tiene que estar hecho en México (a diferencia de lo que pasa, por ejemplo, con la ginebra o el ron, que son como los de Bilbao y nacen donde quieren), en la región de –oh, sorpresa– Tequila y algunos muncipios de Tamaulipas. Pero te sugerimos que centres tu ruta en el mezcal. ¿Por qué? Porque las características que lo diferencian lo convierten en algo muy especial. Para empezar, mientras el tequila pertenece a una única variedad de ágave, no ocurre lo mismo con el mezcal, que a menudo se destila a partir de variedades silvestres (lo que, en opinión de algunos, crea dudas sobre su sostenibilidad). Además, esto le confiere también cierto terroir, es decir, que cada elaborador sabe distinto. Y su característico sabor terroso se adquiere mediante los hornos de barro en los que se cuecen las piñas de ágave. Bonus track: Busca el mezcal de pechuga, un curioso destilado que se filtra a través de pechuga de pollo o pavo. Y explora otras bebidas de ágave como la raicilla.
CARIBE
El Caribe es ron y el ron es Caribe. Cada isla (o país costero) lo vive a su manera, y no por chovinismo nacional, sino porque se trata de uno de los alcoholes más variados que hay en cuanto a perfil de sabor. Desde rones ligeros y transparantes, hasta bestias pardas muy envejecidas y especiadas, es muy difícil recomendar un único destino para familiarizarse con esta prodigiosa bebida. Puestos a elegir, y poniéndonos en modo vacaciones-palmera-playa-barco-sandalia, podríamos saltar de Cuba (para los estilos más ligeros), a Jamaica (pesado y especiado) y Barbados (con destilerías de 350 años de antigüedad). Bonus track: Puestos a navegar por aguas procelosas, no te quedes sólo en daiquiris o mojitos y atrévete con otros clásicos como el Dark and stormy o el Swizzle.
OTROS DESTINOS
Francia: Vermut, quininas, pastís, siropes de frutas.
Italia: Amargos (vermut, quininas, etc), licores de cítricos, grappa
Escandinavia – Aquavit (prepara la cartera y la garganta. Ideal para tomar con pescados ahumados).
Japón: Sake (lo verdaderamente impactante es ir a visitar los lugares donde se produce, un proceso muy curioso no comparable al de vino o cerveza).
Brasil – Cachaça.
Perú y Chile – Pisco (aplica el mismo consejo diplomático que con el raki).
Holanda – Genevers (las 'abuelas' de la ginebra).
LA RECETA: CHOPIN
Un cóctel dedicado al viajero compositor. Como él, tiene base polaca, un toque francés –se nacionalizó galo en 1835– y unas notas de los limones de la isla de Mallorca, que visitó en 1838.
Dificultad
Tampoco tienes que ser un virtuoso del piano
Ingredientes
- 60 ml de Zubrowka
- 30 ml de St. Germain (se puede sustituir por jarabe de saúco. Lo fabrican las marcas Monin, Teichenné o Ikea. En ese caso, reducir la cantidad a 20 ml).
- 60 ml de zumo de sandía (puede obtenerse triturando y colando unos 75 gr de sandía).
- 10 ml de almíbar simple
- 30 ml de zumo de limón
- Decoración: unas hojas de menta o una cuña de sandía
Preparación
- Enfriar una copa de cóctel, poniendo hielo y agua dentro. Poner hielo también en uno de los vasos de la coctelera.
- Añadir el resto de ingredientes al otro vaso, en el orden listado (para que, en caso de equivocarnos con las medidas, no tengamos que sacrificar los más caros). Remover con una cucharilla de cóctel y probar un poquito.
- Corregir la acidez añadiendo, si hace falta, un poco más de almíbar. Cerrar la coctelera, y agitarla durante unos 15 segundos. Colar con dos coladores sobre la copa de cóctel, decorar con la cuña de sandía o las ramitas de menta.
Fe de errores: en la versión original de este artículo se atribuía la composición de "Para Elisa" a Chopin, cuando fue Beethoven quien compuso la famosa bagatela para piano. Claramente, nos habíamos tomado el cóctel "Chopin".